El viaje del ADE I: «Stay hungry, stay foolish»

Hace apenas un par de semanas tuve la inmensa suerte de pasar a formar parte de la comunidad ADE (Apple Distinguished Educator). ¡Aún hoy me cuesta creerlo! Estoy seguro de que siempre recordaré el momento, a las 5:30 de la madrugada, en que consulté el correo para comprobar que, esta vez sí, había sido aceptado como miembro de la clase de 2019. Y digo “esta vez sí” porque el viaje comenzó hace mucho tiempo, en un colegio muy muy lejano y porque esta era la segunda vez que me presentaba.

En 2011 comencé a trabajar como profesor en un colegio de una localidad cercana a València. Al poco tiempo de entrar en ese centro, mi reproductor de MP3 quiso dejar de funcionar y hacerme el favor de mi vida, ya que su sucesor sería un iPod Touch. Decidí dar una oportunidad a Apple, aunque en mi entorno había mucha gente que me aconsejaba no hacerlo. Y acerté. ¡Vaya que si acerté!

Quedé prendado de aquel dispositivo y, casi sin darme cuenta, me fui adentrado cada vez más, hasta sucumbir por completo, en el ecosistema de los de Cupertino. En menos de un curso, un MacBook Pro, con el que he trabajado hasta hace muy poco tiempo, y un iPad Mini se convirtieron en fieles compañeros de aventuras en el aula. Sin embargo, aún era joven e inexperto y lo que hice fue crear muchas y muy malas presentaciones con Keynote. En un primer momento, los alumnos parecían interesados en el nuevo formato que empleaba para dar mis explicaciones, pero rápidamente perdí su atención.

Aún así, decidí no rendirme y mejorar mi formación, por lo que opté por cursar un máster en Educación y TIC que me ayudó a descubrir algo evidente: el problema era yo. Mi metodología era obsoleta y no se ajustaba a las necesidades de mis alumnos. Necesitaba cambiar muchas cosas y las circunstancias quisieron que ese proceso comenzara en otro colegio del mismo grupo, ahora en la provincia Castellón. Allí inicié un proceso de búsqueda, empleando metodologías como el flipped learning y otras metodología activas, incorporando la tecnología de una manera más o menos rudimentaria, pues se me permitió, después de insistir mucho, que los alumnos trajeran sus propios dispositivos al aula.

En 2017, después de muchas reuniones, de asistencia a varios eventos, de realizar un proyecto de implementación del iPad que jamás llegó a materializarse, de liderar un equipo de algo que llamaban innovación y de toparme con siempre con un muro que negaba lo evidente, dejé la “comodidad” de la educación concertada y me marché a la privada.

Más horas de pizarra, menos sueldo, más servicios… Muchos consideraron que aquello era una locura, como cuando decidí comprar el iPod Touch. Y nuevamente acerté.

Pero volvamos a 2017. Cuando empecé a hacer mis primeros pinitos serios con la tecnología en el aula, en medio de la búsqueda del equilibrio entre los dispositivos y mi metodología, hice mi primera solicitud para formar parte del programa ADE. Puesto que conseguí el permiso para presentarme el último día del plazo para entregar la solicitud, el vídeo era catastrófico. Tenía potencial, pero ahora, con perspectiva, sé que ni había hecho los méritos suficientes ni me encontraba en el marco adecuado.

Busqué el entorno adecuado y tracé un plan que seguí al dedillo para cumplir mi sueño. Moraleja: “Stay hungry, stay foolish”. Cometed locuras. No tengáis miedo a probar cosas nuevas ni a equivocaros, porque de toda experiencia se puede obtener un aprendizaje. Y cuando tengáis la certeza de que estáis siguiendo el camino, seguidlo hasta las últimas consecuencias, aunque muchas voces os digan que volváis al redil.

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