Naves en llamas más allá de Orión

Ese alumno es… (complete el adjetivo que desee: adorable, un desastre, mediocre, brillante… El que quiera). Si se dedica a la docencia, seguramente habrá escuchado mil veces esta frase cuyo fin no es otro que el de poner una etiqueta a un alumno. Y esto de poner etiquetas, un acto tan habitual entre el colectivo de los educadores, es un error gravísimo. 

Miren, yo siempre he dado clase en secundaria y bachillerato. Es decir, yo siempre he estado rodeado de adolescentes en el aula. Y por tanto, y parafraseando el monólogo del replicante interpretado por Rutger Hauer frente a un atónito Harrison Ford en Blade Runner, “Yo… he visto cosas que vosotros no creeríais: Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser”. En definitiva, en los distintos claustros de los que he formado partes he visto de todo: alumnos que tenían un comportamiento horrible en 2º de ESO y que acababan 2º de bachillerato siendo los delegados de su clase por su ejemplaridad en lo personal y en lo académico, alumnos desmotivados y con unos resultados muy mejorables que resultaron ser genios de la física, alumnos que iban genial al llegar a secundaria y en esa etapa bajaban mucho su rendimiento, alumnos que iban muy bien hasta 1º de bachillerato y que en 2º veían que les era imposible sacar todo adelante y otras muchas cosas que probablemente darían para un libro. 

Detrás de cada alumno que se superó o que empeoró hay una historia. En algunos casos, un problema personal; en otros, “sólo” un proceso de maduración o cambio. Un alumno, como cualquier persona, puede ser una cosa en un momento determinado y otra más adelante. Puede equivocarse, por supuesto, porque es un adolescente o un niño. ¿Quiénes somos nosotros para ponerle una etiqueta que muy probablemente sea injusta? ¿Quiénes somos nosotros para calificar a un alumno sin saber lo que le pasa por dentro?

Por favor, rasquemos un poquito, tratemos de conocerles, de saber su historia y, sobre todo, de ayudarles a ser mejores. Cualquier tipo de innovación en el aula, sin esa base, no servirá de nada. Señoras y señores docentes, no trabajamos con tornillos, así que no tratemos a nuestros alumnos como meros objetos inertes. Son personas y, por lo tanto, merecen el mayor de los respetos. Si se lo damos, si nos preocupamos de verdad por ellos, seguramente nos lo devolverán. Y si encima preparamos nuestras clases para que su experiencia de aprendizaje sea satisfactoria, el triunfo estará prácticamente asegurado. 

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: